Atención plena

Aprender a detener todo nuestro hacer y pasarnos al modo de “ser”; aprender a buscar tiempo para uno mismo y a ralentizar; a alimentar la calma y la aceptación de uno mismo; aprender a observar a qué está dispuesta nuestra mente en cada momento, a cómo vigilar nuestras ideas y a darles rienda suelta sin que nos capturen ni arrastren; a cómo hacer sitio para las nuevas formas de contemplar viejos problemas y para percibir la vinculación de unas cosas con otras, todo ello forma parte de las lecciones de la atención plena. Esta clase de aprendizaje entraña asentarse en momentos de ser y de cultivar la conciencia.

Si empezamos a prestar un poco más de atención a la forma en que nuestra mente funciona, como hacemos al meditar, es más que probable que nos encontremos con que la mayor parte del tiempo nuestra mente se halla en el pasado o en el futuro, no en el presente, con lo que, por consiguiente, en un momento cualquiera podemos tener conciencia sólo en parte de lo que de hecho sucede en el presente.

La falta de conciencia puede dominar la mente en cualquier momento y, en consecuencia, afectar a todo lo que hagamos. Nos podemos encontrar con que la mayor parte del tiempo lo pasamos con el “piloto automático” puesto, funcionando de forma mecánica y sin darnos cuenta de lo que hacemos o experimentamos. Es como si, de verdad, pasásemos la mayor parte del tiempo fuera de casa o, para decirlo de otra manera, adormilados. Intentemos observar con qué facilidad nuestra conciencia es arrancada del momento presente por nuestras ideas sin tener en cuenta dónde nos encontramos o bajo qué circunstancias. Analicemos la cantidad de tiempo que, durante el día, nos pasamos pensando en el pasado o en el futuro. Nos sorprendería el resultado.

Jon Kabat-Zinn

Vivir en plenitud las crisis